Comencé las recorridas por el frío un lunes de abril del
2011. No conocía a absolutamente a nadie. La consigna era estar en una esquina
del Barrio de Congreso con un termo con agua caliente y nada más.
Esa noche nos pusieron en grupos y a cada uno nos dieron un
número (el nuestro era el 3), una carpetita con un plano de la zona que
debíamos recorrer y una bolsa llena de vasos descartables y sopa instantánea.
Ese fue el principio de lo que sería el mayor compromiso de todo el año.
Eramos 6, a
veces 8. La mayoría entre 20 y pico y treinta y pico, gente joven que todos los
lunes nos reuníamos con una sonrisa y dispuestos a dar TODO de nosotros en esas
pocas horas en las que nos sumergíamos en una realidad absolutamente distinta a
la que vivíamos de día.
Además de dar un vaso de sopa, relevábamos varios datos. En
esa carpetita anotábamos nombre y apellido, ubicación y las necesidades más
urgentes de cada uno. En la semana entre todos buscábamos donaciones e incluso
hurgábamos en nuestros hogares qué cosas teníamos para compartir.
Todavía recuerdo la noche en que decidí compartir la única
frazada que tenía de una plaza, la misma que usé desde chica. Respiré hondo, la
puse en el bolso y recuerdo exactamente
a quien se la dí, era una parejita muy jovencita con un bebé de menos de
un año que dormían en la zona de
microcentro.
Y no era solo dar.
Lo que recibimos ese año fue uno de los aprendizajes más
importantes - al menos para mí - de mi vida. Encontré personitas en situación
de calle que nos decían “mejor eso dáselo a la señora de la otra cuadra que la
necesita más”.
¡Cuánta generosidad que recibí de
ellos! ¿Y sus sonrisas? Nos encontrábamos con cartoneros, gente re laburante
que juntaba cartones en medio de noches de gran frío y ellos te sonreían solamente
recibiendo una sopa. ¡¡Qué pilas tenían!!
Esa gente es maravillosa. Siempre educada y agradecida tanto
por la sopita caliente como por cualquier “donación”.
Se me viene a la cabeza las veces que llevamos zapatillas
que eran usadas pero en perfecto estado a chicos o adultos que estaban casi
descalzos a muy bajas temperaturas.
¡¡ Por Dios!! Es indescriptible ese momento. El corazón te
late a mil y ver esos pies con zapatillas nuevas y la alegría de esa gente es
una de las gratificaciones más grande de mi vida. ¿Cómo lo explico? Te dan ganas de saltar y de llorar de la
emoción, no se te va nunca jamás del corazón esa sensación.
Es que ayudar a veces se convierte en una adicción. ¿Vos
dirás por qué? Saber que con el esfuerzo de tu grupo y de todos los conocidos
podés aportar un granito de arena para la felicidad de otros es algo que te llena más que
gastarte todo en un Shopping o ir a un tenedor libre y comerte todo. Te llena
el alma.
Por eso a veces ayudar es algo egoísta, yo todo lo que hice
ese año fue porque dar me hacía feliz a mí y en segundo plano hacía un bien a
otro, mal que me pese esa es mi verdad. Uno se encariña, se involucra con cada
uno, con cada historia, sabés que cada noche te esperan para la sopa o para
recibir alguna cosita que te pidieron.
El momento mas duro
lo vivía cuando regresaba a casa. Eran noches de mucho frío, lo primero que
hacía era darme un baño caliente y ahí mi cabeza no paraba de pensar en lo que
había transcurrido.
Darte un baño caliente es un privilegio enorme, yo estaba
calentita bajo el agua, tenía una cama
que me esperaba y una estufa para pasar el frío. Luego de todo lo vivido, te
acostás y pensás en cada uno de esos seres maravillosos, en sus fuerzas, sus
ganas de vivir.
Así termina esa noche de recorridas: con el corazón lleno de
sonrisas, de miradas agradecidas, de rostros desesperanzados, otros mas
ilusionados…. Y te hechas a dormir no sin antes darle las gracias a Dios por lo que tenés.
1 comentario:
Hola, aproveché para dejar un comentario sobre esta página. me llamo verónica y soy de Buenos Aires.
Es maravilloso que tengas fuerzas luego de la pérdida de tu padre de una manera incomprensible.
En octubre se cumplirán 16 años y aún se espera justicia.
Andrea, yo no tenía ningún familiar en ese vuelo pero (y puede ser que te parezca raro, sí viajaban dos profesores míos de la facultad, jóvenes, casados y con sueños. Y ¡ qué importa si aunque no eran familaires, estuvieron conmigo, me enseñaron y eran buena gente !. Y no puedo creer que hayan muerto así.
Disculpá este entrometimiento, pero buscaba para que se sepa que hay gente que sin perder familiares están con ustedes y en contra del sistema que tenemos en donde la vida humana no vale nada.
Intenté escribir al correo pero no pude, tampoco en faceebook.
Mi correo es veronica197389@hotmail.com.
Todas mis bendiciones y fuerzas porque debe ser difícil saber que tu papá no está.
verónica.
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