En los años 50, René Spitz realizó una serie de estudios en orfanatos de
diferentes partes del mundo, llegando a la terrible conclusión de que
en muchos de ellos la mitad de los bebés morían antes de llegar a los 18
meses de edad. Y eso no se debía a la falta de cuidados
alimenticios, higiénicos o médicos sino a la falta del amor materno.
Acuñó el término depresión anaclítica
para describir a estos niños que por falta de tiempo de sus cuidadoras,
a pesar de recibir alimentos, no recibían el principal alimento del ser
humano: el amor. No eran tocados, acariciados, besados. No se sentían
queridos. Eran niños de ojos abiertos y mirada fija, sin expresividad
facial y que no lloraban pues sabían que nadie iba a acudir a
atenderlos. Muchos se deprimían y morían. Afortunadamente las cosas han
cambiado mucho en estos años en la mayoría de orfanatos, pero estos
estudios pueden darnos una idea de la importancia crucial del amor, de
sentirnos queridos en nuestras vidas.
Humberto Maturana escribió en su libro
El cáliz y la espada:
“los seres humanos en un sentido estricto surgimos del amor…Dependemos
del amor y nos enfermamos cuando éste nos es negado en cualquier momento
de la vida. Estudios sobre culturas “primitivas” dan fe de que
cuando
una persona se sentía aquejada por algún dolor concurría ante
la presencia del brujo, chamán o hechicero. Entre las primeras
preguntas, éste indagaba al consultante diciendo: “¿quién no te quiso hoy?”.
Fuente: http://www.mertxepasamontes.com